¿Una vez salvo, siempre salvo?
La creencia de que “una vez salvo, siempre será salvo” es un tema que ha generado mucho debate y reflexión a lo largo del tiempo. Esta idea se apoya en la escritura de Romanos 8:38, donde Pablo declara:
“Porque estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni el presente ni el futuro, ni ningún poder, ni lo alto ni lo profundo, ni ninguna otra cosa en toda la creación podrá separarnos del amor de Dios que es en Cristo Jesús Señor nuestro.”
¿Qué me hizo cuestionar esta creencia?
Durante años, sostuve la idea de que siempre sería amado y salvo. Sin embargo, mi perspectiva cambió drásticamente el 25 de octubre de 2002, cuando di a luz a un niño muerto a término. Este evento marcó el comienzo de un intenso período de duelo que me llevó a profundas reflexiones y oraciones.
¿Cómo me habló Dios en mi dolor?
En mis momentos más difíciles, pasé horas orando y buscando consuelo. En una de esas oraciones, sentí que el Señor me guiaba de regreso a aquel día en el hospital, cuando tenía a mi hijo sin vida en brazos. Fue en ese momento de dolor extremo que Dios me reveló una profunda verdad:
“Lo que sentí por este niño sin vida, fue lo mismo que Él sintió por nosotros, sus hijos.”
¿Qué significa realmente la conexión con Dios?
Durante esa intensa oración, que más bien fue un llanto desgarrador, le expresé a Dios mis sentimientos. Le dije:
“Dios, cuando susurré en los oídos del bebé, ella no pudo oírme. Cuando dije las palabras ‘Te amo’, nunca volvió la cabeza para reconocerme.”
En mi tristeza, comprendí que, aunque Dios nos ama incondicionalmente, muchos de sus hijos cierran sus oídos y ojos a su llamado. Él nos provee todo lo necesario, pero muchos no reconocen su amor y permanecen muertos en sus pecados.
¿Qué nos dice Romanos 8:38 sobre el amor de Dios?
Regresando a la escritura de Romanos, el amor de Dios nunca cambia. Siempre está presente, incluso en la muerte, pero algunas personas eligen permanecer en la oscuridad de sus pecados. Dios es justo y, como dice su Palabra, “la paga del pecado es muerte”.
¿Qué pasa con aquellos que rechazan la fe?
Muchos han escuchado las palabras de Dios y se han injertado en la vid, de la cual somos los pámpanos. Sin embargo, si eligen cerrar sus ojos y oídos a la fe, pueden ser cortados de la vid. No podrán ser llevados al cielo porque están espiritualmente muertos.
¿Hay esperanza para quienes se arrepienten?
La buena noticia es que Dios es un Dios que perdona. En su Palabra, se nos recuerda:
“Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito para que todo aquel que crea en él no se pierda, sino que tenga vida eterna.”
Esto significa que, independientemente de nuestro pasado, siempre hay una oportunidad para la redención si elegimos abrir nuestros corazones a su amor.
¿Cómo podemos vivir con esta verdad en mente?
Vivir con la convicción de que “una vez salvo, siempre salvo” implica también una responsabilidad. No solo debemos aceptar el amor de Dios, sino que también debemos reconocer que nuestras acciones y decisiones tienen un impacto. Cultivar una relación genuina con Dios nos llevará a vivir de acuerdo con sus enseñanzas y a responder a su amor con gratitud y compromiso.
¿Qué pasos podemos tomar hacia una fe más profunda?
Para aquellos que buscan profundizar su fe y conexión con Dios, aquí hay algunas recomendaciones:
- Oración Regular: Establecer un tiempo diario para orar y comunicarse con Dios.
- Estudio de la Biblia: Leer y reflexionar sobre las Escrituras para comprender mejor sus promesas.
- Comunidad de Fe: Involucrarse en una comunidad religiosa que fomente el crecimiento espiritual.
- Práctica del Perdón: Aprender a perdonar a otros y a uno mismo, siguiendo el ejemplo de Cristo.
Conclusión: ¿Qué significa ser realmente salvo?
Ser realmente salvo implica más que una declaración; se trata de una relación continua y dinámica con Dios. Aunque su amor es eterno e inmutable, nuestras elecciones y nuestra fe son fundamentales en el camino hacia la redención. Al abrir nuestros corazones y ser receptivos a su amor, podemos experimentar una vida plena y significativa, llena de esperanza y propósito.